jueves, 2 de junio de 2011

Lo difícil no es tener buenas ideas, sino hacerse buenas preguntas

¿Te has preguntado alguna vez como a alguien se le pudo ocurrir una idea tan buena, tan ingeniosa? Pues probablemente fue porque se hizo la pregunta adecuada. Y es que para llegar a tener buenas ideas, primero hay que dominar el arte de plantear las preguntas correctas, que generan respuestas. Y a eso se llega gracias a la curiosidad, que supera por mucho a la inteligencia, ya que propicia la creatividad y las nuevas ideas; para ser innovadores hay que preguntarse y buscar las respuestas que ya están en nuestra mente.

¿Sabías que la palabra "idea" proviene del griego idein, que significa "ver"? Evidentemente no es ninguna coincidencia. Como dicen los coautores Andy Boynton y Bill Fischer, junto con el periodista William Bole, en su libro The Idea Hunter: How to Find the Best Ideas and Make Them Happen (El cazador de ideas: cómo encontrar las mejores ideas y hacerlas funcionar), las mejores ideas de negocios no ocurren de la nada. 

Normalmente están a simple vista, acurrucadas en algún lugar, esperando a que alguien las note. En el libro aparecen numerosos ejemplos de ello, por ejemplo, el pequeño trozo de material ligero que Henry Ford recogió de una pista de carreras en Palm Beach en 1905: un trozo de escombro de un auto francés "era muy ligero y fuerte. Me pregunté de qué estaba hecho, y nadie lo sabía". El material resultó ser una aleación de acero que contenía vanadio, que en aquel entonces no se fabricaba en Estados Unidos. Ford reunió a su mejor equipo de investigación y desarrollo para que trabajara en eso, y tres años después, su compañía lanzó una línea de autos más durables y ligeros, que dieron a Ford una ventaja decisiva en el caótico y atiborrado mercado de automóviles.

The Idea Hunter ofrece docenas de ejemplos similares de compañías estadounidenses emblemáticas como Disney, Google o American Express para dejar esto claro, algo que nos anima a todos los que no somos genios. Esa "curiosidad puede compensar la falta de brillantez". Como dijo en alguna ocasión Albert Einstein, "no tengo ningún talento especial, sólo tengo una curiosidad apasionante". 

De hecho, los autores afirman que "la gente más brillante en una organización tiende a sobrestimar el poder de su mente", lo que hace que se "aferren a su fórmula de éxito y no salgan en busca de mejores ideas. En otras palabras, no están lo suficientemente interesados". 

La mayor parte de The Idea Hunter es una guía paso a paso para hacer que el interés ferviente en el mundo salga del cubículo para crear productos y servicios exitosos. 

En otro apasionante libro titulado Brainsteering: A Better Approach to Breakthrough Ideas (Un mejor enfoque para tener ideas extraordinarias), los coautores Kevin P. Coyne y Shawn T. Coyne tratan el mismo proceso desde la perspectiva de una nueva investigación sobre el funcionamiento del cerebro. 

Gran parte de la sabiduría convencional sobre la innovación no es cierta. Sí existen las malas ideas, es decir, la lista de todas las ideas que aparecen en tu cabeza no generarán la mejor, y la mayoría de las sesiones de "lluvias de ideas" simplemente no funcionan. 

Quizás ya te habías dado cuenta de esto, por experiencia. Según Brainsteering, estás listo para el siguiente paso: dominar el arte de plantear las preguntas correctas, que tienen mejores posibilidades de generar respuestas excelentes, en comparación con las preguntas que quizás ya estás haciendo ahora. 

Sabiendo que dominar este arte requiere de paciencia y perseverancia, los autores ofrecen un ejercicio que puedes intentar ya: cada vez que se te atraviese una idea que admires (un producto o servicio nuevo, un anuncio publicitario convincente, una estrategia astuta para ahorrar dinero), pregúntate cuáles son tres posibles preguntas que hubieras tendido que plantearte para que se te ocurriera esa idea. 

Que no te dé miedo pensar a lo grande. En lugar de preguntar, por ejemplo, "¿Cómo podemos expandir la distribución para lograr el crecimiento del volumen de ventas de 5% este año?", pregunta "¿Qué se necesita para que nuestro producto llegue a todos los consumidores del mundo?". 

Por muy audaz que suene, los autores dicen que ese objetivo audaz (fijado hace décadas) funcionó bastante bien para Coca-Cola.

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